Como cada fin de semana,
estoy en casa de mi madre pero hoy viene a comer mi hermana con su marido “el alemán”.
Como ayer, por enésimo
error, compré unos codillos en salmuera en vez de al natural, los voy a hacer
estilo germánico pero en compañía de una mostaza típica italiana.
Necesitaré los codillos,
una cebolla, dos zanahorias, una ramita de apio, un tomate de colgar, ajo, laurel,
tomillo, clavos, bayas de enebro y pimienta en grano. Sal no.
A las 11:30 de la mañana
pongo en una olla los codillos, la cebolla con dos clavos pinchados, las
verduras, las hierbas, los dos dientes de ajo, la pimienta en grano y las bayas
de enebro. Lo cubro con agua fría, tres o cuatro dedos más, y lo dejo hervir a
fuego muy suave hasta las dos y media, unas tres horas.
Para acompañar, mi madre
ha hecho una col con beicon en agridulce, pero esa es otra historia que, lo más
seguro, no la explicaré nunca porque no me gusta en absoluto.
Esta es una mostaza
típica de Cremona para acompañar carnes hervidas, rustidos o quesos. Está hecha a base de frutas confitadas y mostaza, o sea que cuando la
comes el intenso picor te sube por la nariz hasta dejarte casi sin respiro.
Escurro los codillos, los pongo en una tabla de madera y los llevo humeantes a la mesa con las patatas hervidas, la col de mi madre (no gusta no hay foto) y la “mostarda di Cremona”.
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