lunes, 13 de enero de 2014

PARA MEIN LIEBER CUÑADO


Como cada fin de semana, estoy en casa de mi madre pero hoy viene a comer mi hermana con su marido “el alemán”.
Como ayer, por enésimo error, compré unos codillos en salmuera en vez de al natural, los voy a hacer estilo germánico pero en compañía de una mostaza típica italiana.

Necesitaré los codillos, una cebolla, dos zanahorias, una ramita de apio, un tomate de colgar, ajo, laurel, tomillo, clavos, bayas de enebro y pimienta en grano. Sal no.
  


La noche anterior puse en remojo en la nevera con agua fría y un poco de vino los codillos para que perdieran un poco de salazón y no fueran tan fuertes de gusto.



A las 11:30 de la mañana pongo en una olla los codillos, la cebolla con dos clavos pinchados, las verduras, las hierbas, los dos dientes de ajo, la pimienta en grano y las bayas de enebro. Lo cubro con agua fría, tres o cuatro dedos más, y lo dejo hervir a fuego muy suave hasta las dos y media, unas tres horas.

Cuando le falta más de una hora pongo a hervir unas patatas lavadas con piel en agua fría.
Para acompañar, mi madre ha hecho una col con beicon en agridulce, pero esa es otra historia que, lo más seguro, no la explicaré nunca porque no me gusta en absoluto.





Esta es una mostaza típica de Cremona para acompañar carnes hervidas, rustidos o quesos. Está hecha a base de frutas confitadas y mostaza, o sea que cuando la comes el intenso picor te sube por la nariz hasta dejarte casi sin respiro.

Escurro los codillos, los pongo en una tabla de madera y los llevo humeantes a la mesa con las patatas hervidas, la col de mi madre (no gusta no hay foto) y la “mostarda di Cremona”.

Me encanta y… de paso te despeja la nariz.

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