domingo, 5 de enero de 2014

MENTIRA PODRIDA


Hace más de un mes que tengo ganas de cocinar y comer un plato que me encanta y que, siempre que lo veo en la carta de un restaurante, lo pido: el cochinillo.
Nunca he tenido ocasión de ir al famoso Cándido, pero en Catalunya, en el restaurante La Fragata de Sitges he comido uno buenísimo. Crujiente por encima y meloso y tierno por dentro. Voy a intentar hacerlo.
Me he bajado un montón de recetas de Internet y voy a hacer la más parecida a la de Cándido, que no te dice ni el tiempo que lo deja, ni la temperatura del horno, para lo cual la utilizaré con otras que he encontrado.

He comprado solo 800gr porque estoy sola y me lo voy a comer entero. Cochinillo y nada más. Bueno, a lo mejor una ensalada.
Parece muy sencillo; solo hace falta cochinillo, manteca, sal y agua.
Pero, como no es entero y tengo miedo que quede seco, le añadiré unas ramitas de tomillo y un poquito de vino blanco.
Por lo tanto voy a usar ¼ de cochinillo, manteca de cerdo, agua, un poco de vino, sal, pimienta y unas ramitas de tomillo.

Lo primero enciendo el horno a 140°, mientras se calienta, froto la bandeja con la manteca y, para que la piel del cochinillo no toque el fondo, tengo que ponerle unas tablillas de madera.

Me lo expliquen. ¿Quién tiene tablillas de madera en la cocina?
Un carpintero o un segoviano, porque os aseguro que yo no.
Me las he tenido que ingeniar y he puesto un montón de palillos chinos de madera cruzados, de esos para comer sushi. Espero que funcione.

Ahora le pongo el agua vigilando que no sobrepase los palitos, la ramita de tomillo, sal y un poco de vino blanco. Luego pincelo el cochinillo con un poco de manteca derretida, lo salpimiento y lo coloco encima de las maderas con la piel hacia abajo. Le pongo una ramita de tomillo y lo introduzco en horno a 150° durante más o menos una hora, según dicen en interrnet.
Lo saco, quito las maderitas, le doy la vuelta, lo vuelvo a pintar con manteca por encima y le añado agua, vino y sal a la fuente porque se habia quedado seca. Lo vuelvo a meter al horno a 160° y lo dejo una horita y cuarto más, siempre siguiendo las instrucciones de las páginas web encontradas, hasta que veo que está doradito por encima.

Lo he sacado y cortado.
La piel estaba super crujiente, pero la carne, dura y astillosa.
No, no y no. No es eso lo que quería.
Creo sinceramente que las recetas de internet son mentira. Lo guisan, miran que quede bonito, le hacen la foto y, en vez de comérselo, lo tiran a la basura.
Voy a intentar arreglarlo pues llevo desde las doce de la mañana metida en la cocina y son las tres y aún no sé qué voy a comer.

Lo pongo en una cazuela antiadherente con la piel hacia arriba para que no se reblandezca. Le añado el jugo que quedaba en la rustidera, un poco más de agua, vino y sal, y lo voy a cocer tapado al fuego lento durante una hora o más. A ver si la carne queda melosa de una puñetera vez.

Son las cuatro de la tarde, parece que la carne está tierna y se despega del hueso con facilidad.
Enciendo el horno a 250°, saco el cochinillo troceado de la cazuela, lo pongo en una fuente de horno, le añado su jugo y lo horneo hasta que la piel quede crujiente.

A ver si funciona.
Lleva un cuarto de hora y sigue sin crujir. Lo dejo un poco más, y si no queda bien, lo gratinaré.
¡He de conseguirlo por narices!
Lleva media hora y la corteza sigue siendo blanda. Le voy a poner el gratinador y que sea lo que Dios quiera.
El perfume en la cocina es increíble de bueno.
Córcholis, con diez minutos se ha tostado un poquito demasiado, pero el aroma sigue siendo buenísimo.

Que sepáis. Un poco tarde pero me he comido todo el cochinillo yo solita, tostadito y todo. No podía parar de lo rico que estaba acompañado de la compota de manzana.
Si no aparezco en tres días me lo merezco, por cometer el pecado capital de la gula. Cuando muera me van a llevar directamente al tercer círculo del infierno de la Divina Commedia de Dante.
Pero… ¡qué bueno estaba!

Sobre todo, “no hagáis esta receta”, esperad a que la vuelva a hacer y sea más sencilla.

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