Volvió a ser el día de
la madre, o sea que mi mamá vino a pasar el día a Barcelona.
No
tenía ni idea de que hacer y, para ir rápida y no entretenerme en la cocina pues tenía que poner en orden el salón, se me ocurrió sacar del congelador un resto de
salsa boloñesa y hacer un pastel de patatas acompañado de una ensalada.
Así
comería carne (que no le gusta), patatas (que le encantan) y verdura (que la acepta).
Reconozco que con las
prisas me olvidé de fotografiar el paso a paso, pero lo explicaré pues es muy
sencillo.
En una
fuente para horno previamente enmantequillada, dispuse las patatas, les
distribuí la salsa y le espolvoreé
un poco de queso parmesano.
Volví a hacer una capa de patatas con queso
rallado y unos trocitos de mantequilla por encima, y le añadí siete u ocho
cucharadas de leche.
Tapado con papel de
plata lo puse al horno una hora a 180 grados y después destapado lo dejé gratinar
los minutos necesarios para que quedase dorado por encima.
Llegó antes de lo
previsto, justo a tiempo de sacarlo del horno, por lo visto por culpa de las
vacaciones o la crisis, en la pelu no había nadie.
Menos mal que todavía quedaba
un poquito y por lo menos se ve algo.