jueves, 13 de junio de 2013

VEN A LAS REBAJAS


Ha llegado junio y ya me llegan cartas de mis tiendas favoritas con invitaciones a lo que llaman ventas especiales que no son otra cosa que descuentos de verano para sacarse de encima el stock sobrante.

ÑAM ÑAM no iba a ser menos y aquí estoy: de rebajas. Voy a dar 3x1. Tres consejos en una entrada.

1- CONGELANDO
Como no calculo nunca las cantidades, o mejor dicho, como nunca vienen los que me lo dicen, siempre me sobra salsa para la pasta (es el plato que gusta).

Normalmente las que no llevan queso las congelo y, cuando tengo un imprevisto, las junto todas y me sale una salsa nueva.

Pero para ahorrarme limpiar contenedores antes de ponerla dentro, los forro con film transparente, y hago un paquetito. Cuando está congelada la “destuppereo” y la guardo en una bolsa en el congelador, así tengo muchos cuadraditos de salsa para cualquier momento.

Con los platos que tienen salsa y con el caldo hago lo mismo, siempre en raciones no muy grandes, para poder usar las que necesite.


2- PLANCHANDO
Este fin de semana he ido a casa de mi madre que, para comer, iba a hacer un risotto a la milanesa y he aprendido un truco nuevo.

Veo que se va al armario de la ropa, saca la plancha. Luego coge un trozo de papel de horno y el azafrán.

“¿Mamá, qué haces?”
“Tostar planchando”

Y sí, así lo hizo. Dobló el papel con el azafrán en medio y lo planchó.

La explicación es sencilla, el azafrán tostado se desmenuza fácilmente y da más sabor y perfume.


3- ENSALADANDO
Todos los que vienen a comer o a cenar a casa, siempre me dicen: “¡Qué buena está tu ensalada!”.

Razón no les quito. A ver, no me gustan las ensaladas envasadas pues están llenas de troncos duros, la lechuga se la dejo a las gallinas de mi madre y las endibias solo son buenas con salsas sabrosas.

Me encanta la ensalada pequeña, tierna pero crujiente y, si puede ser recién cogida, en espera de los brotes del huerto de mi madre compro la que antes se llamaba “francesa” y ahora “Trocadero” y con las manos la rompo fileteándola y desechando el nervio central, sin estrujarla. 

Lógicamente la lavo 3 o 4 veces y luego la dejo en remojo, completamente sumergida, en agua muy fría.
El caso es que un día me olvidé y estuvo en el agua tres o cuatro horas. Cuando la centrifugué y la puse en el bol me di cuenta que estaba crujientísima pero sin trozos duros.

Me olvidaba, también es muy importante que se lleve de la nevera a la mesa justo al momento de sentarse para que no se mustie con el calor.

1 comentario:

Pilar dijo...

Que buenas ideas das y con que simpatía lo haces. ¡Eres única!
Saludines, maja.