
La memoria se me fue a
mi infancia, cuando veraneábamos en el Roc de San Cayetano y los cogíamos de las rocas.

Esto ha pasado a la
historia, la invasión de los “domingueros” que lo arrancaban todo nos cortó el
suministro.
Bueno, a lo que iba, se
los llevábamos a mi madre que, con una paciencia de santo, los limpiaba hasta
con la nanas y los hacía de una forma muy sencilla y sabrosa. En una sartén con un
chorrito de aceite, una ramita de romero y un chorro de jerez cocinaba los
mejillones a fuego alegre hasta que se abrían.
Me hice unos poquitos como aperitivo,
estaban deliciosos pero les faltaba el sabor de la emoción infantil de haber sido
la heroína que los había recogido.
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