Sigue haciendo calor, y
en la cocina más aún. En vista de que el hijo que más viene a comer se ha ido
de vacaciones, me voy a preparar algo fresquito y que me dure unos días para no
tener que guisar tanto.

Entre la nevera y la despensa, hay de todo: pollo, gelatina,
Marsala seco (se puede usar también Oporto seco), soja, vinagre, laurel,
pepinillos encurtidos, sal y pimienta.
En un cazo pongo medio
litro de agua con la hoja de laurel, dos cucharadas de soja, dos de vinagre,
una de vino, unos granos de pimienta y la sal.
Lo dejo cocer un poco
mientras pongo la gelatina en remojo en agua fría, siguiendo las instrucciones
del fabricante.
Cuando está a mi gusto
lo cuelo y dejo una capa de un dedo en el fondo de un recipiente.
Para ir más rápida lo he
puesto en el congelador a endurecer. Entre tanto le quito la piel al pollo,
descarto los trozos más secos y lo corto a trozos.
Cuando la gelatina está
suficientemente dura coloco los trozos de pollo y los pepinillos, también le he
puesto dos cebollitas que he encontrado en el tarro.
Lo cubro todo con el
resto de gelatina y lo pongo en la nevera para la noche.
Mi madre lo hace más bonito y con más gracia.
Corta los pepinillos en rodajas y los coloca haciendo dibujos, el pollo lo corta a tiritas.
Incluso, en otro recipiente, guarda una capa de gelatina que luego corta a cuadraditos y la pone por encima como decoración.
Pero como es solo para mi, voy por la vía rápida.
Esta noche lo he sacado
para cenar, y me lo he comido casi todo delante de la tele.
Es que así,
fresquito, entra que da gusto.
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