
Ya se sabe, en invierno los tomates no son buenos. Son ácidos y tienen la piel muy dura, no saben absolutamente a nada y a veces hasta son harinosos.
Pues mi madre ya ha encontrado la solución.
He de confesar que vive en
el campo y por lo tanto tiene la ventaja de tener huerto propio.
Pero eso no quita el problema de los tomates invernales ya que en esa época no hay, a menos claro que no vengan de otros países, y como los recogen verdes y los hacen madurar en cámaras, son casi incomestibles.
Pero eso no quita el problema de los tomates invernales ya que en esa época no hay, a menos claro que no vengan de otros países, y como los recogen verdes y los hacen madurar en cámaras, son casi incomestibles.
Como decía, mi madre lo ha
solucionado. En verano recoge todos los tomates maduros que puede (se pueden comprar), los corta a trocitos, los
pone en bolsas y los congela.
Suele utilizar los llamados corazón de buey, que tienen mucha pulpa y piel muy fina, y los de pera. Los primeros son un poco caros, pero los otros tienen un precio bastante asequible.
¿Quieres hacer una salsa
de tomate en pleno invierno y no quieres que tenga ese sabor diferente que
tienen los de lata? Pues sacas una bolsa y o la echas en el guiso, o la descongelas bajo el agua caliente del grifo, o calentándola en una olla y ya tienes tomate dulce natural listo para cocinar.
¿Que te da el antojo de
tomar gazpacho el mes de diciembre? Coges una bolsa del congelador, la dejas
descongelar en la nevera y la utilizas, cuando esté descongelada, con el resto
de verduras.
¿A qué es una buena
solución?
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